Estracto :3

Es interesante como, después de mucho tiempo, la sangre parecía brotar de nuevo. Antes, en medio de los problemas cotidianos, observaba como el color de mi piel se volvía azul y tras cortadas recurrentes, producto de accidentes poco predeterminados, esperaba que fluyera el líquido vital, sin embargo, no salía nada. Ahora, en medio de todo lo ocurrido ese día, miraba como mi sangre salía desesperada de mi cuerpo, sentía el tibio abrigo en mi rostro y mis hombros. Era la señal que aún estaba viva, ese hermoso calor que brotaba de mi ser iría enfriando el cuerpo que una vez tuvo nombre.
Había días en los que podía estar sin hablar, otros, recurría a la verborrea indefinida frente a extraños, escribiendo grafitis en muros virtuales. Frente a ese sentimiento podía desprenderme de todo vínculo social y observar desde lejos a las personas en faenas cotidianas, era intrigante como las miradas, risas y movimientos del cuerpo; podían decir tanto y a la vez crear atmósferas distintas en una misma habitación; estaba fascinada. Pero más que todo, más que a las observaciones interminables de personas desconocidas y de  cualquier experimento retorcido frente a una hoja en blanco, donde me deleitaba imaginar; me intrigaba y mortificaba la idea de la muerte.
El miedo consistía en desaparecer de la tierra, dejar un vacío en el lugar que ocupaba en las clases que asistía, a ser olvidada y no dejar nada en la tierra. La muerte en sí, el dolor y la agonía se resumían a recordar la pasividad con que vislumbraba las mudas de piel y el esfuerzo de los pastos por tocar el cielo, los peces cambiaban de color frente a mis ojos, me mantuve así, así estuve, hasta que un rubor grisáceo recorrió mi cuerpo. Ya no quería ser así.

Frente a este sentimiento, me incliné  y con todas mis fuerzas saqué la tierra, miré las gruesas raíces y lombrices que pululaban, sacando una a una pude levantar una pierna. Con el tiempo pude sacar la otra. Ahora Sulá tendría que mirarme trabajar.